En la cirugía cardíaca, la precisión lo es todo, no solo en el quirófano, sino incluso antes de la primera incisión. Frotarse las manos durante exactamente un minuto es uno de los pasos previos más importantes para un cirujano antes de una intervención. Puede parecer un ritual rutinario, pero es un procedimiento respaldado por la ciencia, fundamental para la higiene y la seguridad del paciente.
La ciencia del lavado quirúrgico de manos Los cirujanos siempre realizan lo que se conoce como
lavado preoperatorio antes de cada cirugía. Su objetivo es eliminar los microorganismos transitorios, como hongos, bacterias y posibles patógenos presentes naturalmente en la piel, y reducir los microbios residentes que podrían causar infecciones si ingresan a una herida abierta.
El lavado convencional se realiza con
jabón antimicrobiano o geles quirúrgicos a base de alcohol, frotando cada mano desde la punta de los dedos hasta los codos de manera ordenada para evitar la contaminación. En el caso de los cirujanos cardíacos, donde incluso un mínimo descuido puede causar infecciones postoperatorias, este proceso es imprescindible. El límite de “un minuto” no es arbitrario: estudios clínicos han demostrado que este tiempo reduce eficazmente la carga microbiana sin irritar la piel por lavados prolongados.
Un estudio publicado en
Science Direct titulado
Impact of methods and duration of surgical hand scrub on bacterial count: A randomized controlled trial muestra que un lavado quirúrgico de un minuto es tan efectivo como uno de dos minutos para disminuir la cantidad de bacterias en las manos.
Por qué un minuto es crucial Cirugías como bypass o reparaciones de válvulas requieren un ambiente totalmente estéril, ya que los pacientes están comprometidos, con el pecho abierto, el sistema inmunológico debilitado y el corazón conectado a máquinas externas. Incluso
un minuto de contaminación puede provocar infecciones del sitio quirúrgico, endocarditis o sepsis.
Investigaciones sobre control de infecciones indican que
lavarse las manos durante al menos 60 segundos con agentes antimicrobianos, como clorhexidina o povidona-yodo, reduce significativamente la presencia de bacterias sin dañar la piel. Menos de 30 segundos suele dejar bacterias residuales, mientras que más de dos minutos puede romper la barrera protectora de la piel, aumentando irónicamente el riesgo de contaminación en el futuro. Por eso, un minuto se considera el equilibrio perfecto entre
eficacia y seguridad: suficiente para eliminar patógenos, pero breve para proteger la piel del cirujano.
Técnica sobre duración Aunque el tiempo es importante, la
técnica de lavado lo es aún más. El método habitual sigue una secuencia:
- Se limpian primero las uñas y las puntas de los dedos, donde se concentra la mayor cantidad de bacterias.
- Se lava cada lado de los dedos, manos y antebrazos de manera sistemática.
- Se realiza un lavado de dedos hacia los codos, para que el agua corra desde las zonas más limpias hacia las más sucias.
Este proceso se repite antes de cada cirugía y, en caso de rotura de guantes o contaminación durante la operación, se reinicia. La repetición constante convierte este procedimiento en un hábito casi automático, basado en la ciencia y en el respeto por la técnica estéril.
Modernización en los quirófanos Con los avances tecnológicos, muchos hospitales han reemplazado los lavados tradicionales con
geles alcohólicos, que eliminan los microbios en aproximadamente el mismo tiempo, pero resultan menos irritantes para la piel. Sin embargo, el componente temporal sigue siendo constante:
los 60 segundos son un estándar internacional de higiene quirúrgica.
Un ritual basado en la precisión Más allá de la higiene, el lavado de un minuto tiene un
significado simbólico. Para muchos cirujanos cardíacos, es un acto de
atención plena antes de entrar al reino más delicado de la medicina: el corazón humano. Marca la frontera entre la falibilidad humana y la precisión quirúrgica, entre la vida cotidiana y la concentración absoluta en la esterilidad.
Así, cuando un cirujano cardíaco se lava las manos
exactamente un minuto, no se trata de un hábito, sino de un ritual respaldado por la ciencia, basado en la seguridad, la habilidad y el respeto por la vida.