La Navidad es, en esencia, una festividad cristiana que conmemora el nacimiento de Jesús. Pero lo curioso es que los primeros seguidores de Cristo
no celebraban su cumpleaños. Tampoco imaginaban que, siglos después, un santo del siglo IV inspiraría a Santa Claus, o que en Japón millones de personas reservarían
pollo frito para la noche del 25 de diciembre.
Con el paso del tiempo, especialmente desde el siglo XX, la Navidad dejó de ser únicamente religiosa para transformarse en una
celebración cultural global, compartida tanto por creyentes como por personas laicas, marcada por reuniones familiares, regalos, luces y árboles decorados.
Los orígenes: una fiesta que no existía
Durante los primeros siglos del cristianismo, la atención estaba puesta en la
resurrección de Jesús (Pascua), no en su nacimiento. De hecho, la historia del nacimiento solo aparece en dos evangelios: Mateo y Lucas, ambos situando el acontecimiento en Belén, aunque sin una fecha concreta.
La celebración del 25 de diciembre surge recién en el
siglo IV, una etapa clave en la consolidación del cristianismo, cuando los fieles comenzaron a reunirse en iglesias. Algunas teorías sugieren que esta fecha coincidió estratégicamente con antiguas fiestas paganas del solsticio de invierno, como la celebración romana del
Sol Invictus.
Mientras la mayoría del mundo celebra la Navidad el 25 de diciembre, algunas iglesias ortodoxas lo hacen el
7 de enero, siguiendo el antiguo calendario juliano.
De fiestas descontroladas a celebraciones familiares
Durante la Edad Media, la Navidad era famosa por sus
celebraciones ruidosas, llenas de banquetes y alcohol. No todos estaban contentos con eso: los puritanos, por ejemplo, llegaron a rechazarla abiertamente.
Todo cambió en el siglo XIX, cuando la Navidad adoptó un tono más
doméstico y familiar, centrado en los niños y el intercambio de regalos. Alemania jugó un papel clave en esta transformación, popularizando el árbol de Navidad y otras tradiciones que luego se extendieron a Reino Unido y Estados Unidos.
Libros como
A Christmas Carol de Charles Dickens ayudaron a darle a la Navidad ese aire cálido, solidario y emotivo que hoy reconocemos. Incluso en tiempos difíciles, como la Gran Depresión, surgieron símbolos duraderos, como el árbol del Rockefeller Center, que aún hoy ilumina Nueva York cada diciembre.
Santa Claus: de obispo a ícono global
El Santa moderno tiene raíces en
San Nicolás, un obispo del siglo IV conocido por su generosidad. Protector de niños, marineros y viajeros, su figura se expandió por Europa durante la Edad Media.
Aunque su devoción disminuyó tras la Reforma Protestante, sobrevivió en los Países Bajos como
Sinterklaas. Los colonos holandeses llevaron la tradición a América, donde San Nicolás terminó convirtiéndose en el Santa Claus secular que hoy domina la cultura popular.
No todos los regalos los trae Santa
La Navidad también tiene
repartidores alternativos:
- En Reino Unido, llega Father Christmas
- En Grecia y Chipre, San Basilio aparece en Año Nuevo
- En Italia, algunos esperan a Santa Lucía o a la bruja Befana
- En Islandia, los regalos los traen 13 traviesos trolls llamados Yule Lads
Cada cultura adaptó la magia navideña a su propio imaginario.
Tradiciones cristianas y símbolos universales
Decorar con hojas verdes —acebo, hiedra o árboles— es una de las tradiciones más antiguas. Para muchos cristianos, el verde simboliza la
vida eterna, aunque su origen también se vincula a rituales precristianos.
El muérdago, por ejemplo, era sagrado para los druidas celtas y representaba la inmortalidad en pleno invierno. Los villancicos, por su parte, nacieron como cantos comunitarios para atraer buena suerte, salud y prosperidad para el año siguiente.
Japón y su amor por el pollo frito en Navidad
Entre todas las adaptaciones culturales, una destaca por lo inesperada:
KFC en Navidad en Japón.
Todo comenzó en 1974, cuando la marca lanzó una campaña navideña ofreciendo pollo frito como alternativa al pavo, difícil de conseguir en el país. La idea se volvió tan popular que hoy muchas familias japonesas
reservan su pedido con meses de anticipación.
Una celebración que sigue reinventándose
La Navidad demuestra que las tradiciones no son estáticas. Nació como una festividad religiosa, atravesó siglos de cambios culturales y hoy es una celebración global que combina fe, historia, consumo, nostalgia y creatividad local.
Al final, más allá del árbol, los regalos o el menú, la Navidad sigue siendo —para muchos— una excusa perfecta para
reunirse, compartir y celebrar juntos, en cualquier rincón del mundo.