Esto no es solo una estadística. Es una realidad que duele.
Estados Unidos, un país que lidera en tecnología médica, innovación farmacéutica y gasto en salud, está viendo cómo su esperanza de vida se estanca… o incluso retrocede.
Mientras otros países viven más y mejor, aquí las cifras cuentan otra historia: una en la que vivimos menos años, y más de esos años los pasamos enfermos o con calidad de vida reducida.
Y no, no es por falta de recursos. Es por algo más profundo.
¿Qué nos está diciendo el mundo?
En 2025, según datos recientes, la esperanza de vida en EE.UU. es de unos 78.3 años. Para 2050, se espera que suba apenas a 80.4. Un avance mínimo comparado con otros países donde la longevidad supera ya los 83, 84 o incluso 85 años.
Pero lo que más duele no es solo el número. Es que EE.UU. está cayendo en los rankings mundiales: pasará del puesto 49 al 66 en tan solo unas décadas.
Y eso debería preocuparnos profundamente.
Porque estamos hablando de nuestras madres, nuestros hijos, nuestros vecinos. De nosotras mismas.
Vivir más… ¿para qué, si no vivimos bien?
El informe también advierte sobre la esperanza de vida saludable: los años que vivimos sin dolor crónico, sin enfermedades incapacitantes, con energía, lucidez y bienestar.
Y ahí, Estados Unidos también se queda atrás.
Particularmente, las mujeres estamos enfrentando una pérdida acelerada de salud en los últimos años de vida.
Vivimos más que los hombres, sí… pero muchas veces en condiciones de salud precaria, con cuidados insuficientes, y cargando aún con responsabilidades familiares y laborales.
¿Qué está fallando?
No se trata de culpas individuales. La mayoría de nosotros hacemos lo que podemos.
Pero el sistema… el sistema está roto.
- Millones de personas sin acceso real a una atención médica digna.
- Enfermedades crónicas que se podrían prevenir con educación y alimentación saludable.
- Una crisis de salud mental que crece en silencio, afectando a jóvenes y adultos.
- Una profunda desigualdad: no todos tienen la misma oportunidad de vivir bien.
Y todo esto en un país que gasta más en salud que cualquier otro.
¿Cómo puede ser?
Esto no es para asustarte. Es para despertarnos.
Porque aún estamos a tiempo.
Este informe no es el final de la historia, es un llamado urgente. Nos está diciendo que si no cambiamos el enfoque —desde el negocio hacia el bienestar humano—, seguiremos perdiendo vidas antes de tiempo.
Necesitamos políticas más humanas
Necesitamos un sistema que no solo cure, sino que prevenga, acompañe y escuche.
Necesitamos una cultura donde la salud no dependa de tu código postal, tu color de piel o tu cuenta bancaria.
¿Y mientras tanto, qué hacemos?
Desde lo personal, desde lo pequeño, sí podemos hacer algo:
Cuidarnos con amor, no con culpa.
Buscar apoyo emocional sin vergüenza.
Comer mejor, movernos más, descansar de verdad.
Preguntar, leer, compartir información.
Acompañarnos más como comunidad.
Porque no estamos solas en esto.
Vivir más no es solo un privilegio, es un derecho
La salud es vida. Y la vida no se mide solo en años, sino en la forma en que los vivimos.
Hoy, más que nunca, necesitamos una conversación honesta y empática sobre cómo estamos cuidando —o descuidando— la salud de este país. Porque detrás de cada número hay personas. Hay familias. Hay historias que merecen durar.
Y cambiar esta historia… todavía es posible.