Cuando el agua se convierte en arancel: la amenaza que sentimos en México

En diciembre de 2025, Donald Trump amenazó a México con un arancel del 5 % si no entrega la cantidad de agua que, según él, debe cumplir bajo un tratado internacional de 1944. Para los mexicanos que dependen del río y de la tierra, este conflicto no es solo cuestión de comercio: cada gota de agua afecta la vida diaria, los cultivos y el sustento de familias enteras. La amenaza de aranceles se siente como un peso tangible sobre quienes viven y trabajan con la tierra, recordando que detrás de los tratados y cifras, están las manos, la tierra y la gente que dependen del agua para sobrevivir.
Cuando el agua se convierte en arancel: la amenaza que sentimos en México
(Crédito de la imagen: iTimes Spanish)
En el México de diciembre de 2025, la noticia llegó como un zumbido constante que no se puede ignorar: Donald Trump, desde Estados Unidos, amenaza con un arancel del 5 % a nuestras exportaciones si no cumplimos con la entrega de agua que, según él, nos “corresponde” bajo un tratado viejo de 1944. Para muchos, esas cifras de “acre-feet” y millones de metros cúbicos suenan lejanas, técnicas. Pero aquí, en las comunidades agrícolas, en los pueblos que viven del río, en quienes dependen de la tierra y la ganadería, sentimos cada gota que falta.El río Bravo, el Colorado, el agua que cruza fronteras, nos conecta con vecinos al norte, pero también nos recuerda nuestra vulnerabilidad. La sequía, el calor extremo, los acuíferos que se agotan: todo eso nos ha hecho imposible cumplir siempre con las cuotas exactas. Y ahora, nos miran con cifras y aranceles, como si la vida y el trabajo de millones fueran solo números en un papel.En los pueblos y ciudades del norte y centro de México, los agricultores suspiran preocupados. Los frijoles, el maíz, el ganado: todo depende de ese agua que no siempre llega. Y mientras Trump habla de aranceles y déficit, nosotros hablamos de lo que realmente importa: cómo cuidar a nuestra tierra, cómo alimentar a nuestras familias, cómo mantener vivas nuestras raíces en un país donde cada gota cuenta.La amenaza de un arancel no es solo económica: es un recordatorio de lo frágil que es nuestra relación con recursos que compartimos. Es un mensaje que sentimos en la piel, en las manos callosas de quienes siembran y cosechan, y en la mirada de los que saben que la política y el agua pueden tocar su vida diaria de manera inmediata.Para quienes vivimos aquí, no se trata solo de comercio o tratados internacionales. Se trata de nuestra casa, nuestra tierra, nuestro río, nuestro sustento. Y en ese contexto, cada anuncio, cada arancel, se siente como un peso que cae sobre los hombros de todos nosotros.