Dormís. O al menos, eso creés.
Tu cuerpo está quieto, tus ojos cerrados. Pero mientras tanto, en tu interior, algo no baja el ritmo. Tu presión arterial, en vez de disminuir como debería durante el descanso… sigue alta, o incluso sube más.
Y vos ni enterado.
Así funciona la hipertensión nocturna: un problema de salud silencioso, que pasa desapercibido para muchos, pero que puede tener consecuencias graves a largo plazo si no se detecta a tiempo.
¿Qué es la hipertensión nocturna?
Durante la noche, es normal que la presión arterial baje un poco. Es el modo
“descanso” de tu sistema cardiovascular.
Pero en algunas personas —especialmente quienes ya tienen presión alta, problemas renales, diabetes, apnea del sueño o mucho estrés acumulado— la presión no baja… o incluso sube mientras duermen.
Esto es peligroso, porque mientras dormís, el corazón debería estar recuperándose. Pero si sigue trabajando a toda máquina, tarde o temprano se agota.
Señales de alerta (que muchas veces ni notás)
Lo más engañoso de todo esto es que no suele dar síntomas claros.
Podés sentirte
“bien” durante el día, incluso si tu presión está elevada por las noches.
Sin embargo, algunos indicios que podrían ponerte en alerta son:
- Te despertás con dolor de cabeza o palpitaciones
- Dormís mal, te despertás varias veces o muy cansado
- Tenés apnea del sueño o roncás fuerte
- Ya te midieron la presión y resultó alta en otras ocasiones
- Tenés antecedentes familiares de hipertensión, ACV o infartos
¿Por qué es peligrosa?
- Porque daña sin avisar. La hipertensión nocturna:
- Aumenta el riesgo de infartos y accidentes cerebrovasculares
- Daña los riñones y el corazón en silencio
- Puede afectar tu memoria y concentración a largo plazo
- Te quita calidad de sueño, lo que empeora todo lo anterior
En resumen:
tu cuerpo debería descansar por la noche… pero si tu presión no lo hace, te estás desgastando sin darte cuenta. ¿Qué podés hacer?
No todo está perdido. Detectarlo y tratarlo a tiempo puede cambiar tu calidad de vida y tu futuro. Acá algunos pasos simples:
1. Chequeate
Hacete controles de presión regulares. Pedile a tu médico un monitoreo ambulatorio de 24 horas si tenés dudas. Así sabrás qué pasa mientras dormís.
2. Cuidá tu descanso
Dormí 7–8 horas por noche, en un espacio oscuro, tranquilo y sin pantallas cerca. Un sueño profundo ayuda a regular la presión naturalmente.
3. Revisá tu alimentación
Menos sal, menos comidas procesadas, más frutas, verduras y alimentos frescos. Y evitá cenas muy pesadas justo antes de dormir.
4. Manejá el estrés
No subestimes el poder de parar. Respirar, meditar, caminar, hablar. Todo eso baja el ritmo interno, incluso si parece que “no tenés tiempo”.
5. Consultá sin miedo
Si algo te hace ruido, hablalo con un profesional. Un pequeño control hoy puede ahorrarte grandes sustos mañana.
El corazón que no duerme: cómo la presión alta nocturna daña en silencio
Dormir no siempre significa descansar.
Y si tu presión sigue alta mientras dormís, es como si tu cuerpo estuviera corriendo una maratón en silencio.
Escuchá tus señales.
Cuidarte mientras dormís… también es cuidarte en serio.