¿Qué te imaginas cuando escuchas la palabra “meditación”? Probablemente piensas en un estado de paz absoluta, serenidad, y en la imagen de una persona tranquila con los ojos cerrados, respirando profundamente mientras el estrés desaparece poco a poco. Es lógico: durante años, la meditación se ha promocionado como una herramienta perfecta para calmar la mente, reducir la ansiedad y combatir el caos de la vida moderna.
Sin embargo, lo que muchos no saben es que incluso esta práctica, tan venerada por su aparente inocuidad, puede tener efectos secundarios. Sí, has leído bien. La ciencia está empezando a demostrar que la meditación no es completamente inofensiva.
Lo que dice la ciencia
Un número creciente de estudios sugiere que la meditación no está libre de riesgos. Algunas personas, en lugar de experimentar tranquilidad, reportan ansiedad, sensación de desconexión, empeoramiento del sueño o incluso efectos más serios.
De acuerdo con el
Centro Nacional de Salud Complementaria e Integral (NCCIH) de los Estados Unidos, la meditación y las prácticas de atención plena “se consideran generalmente seguras”, aunque la evidencia científica sobre sus posibles efectos adversos aún es limitada.
Un estudio reciente a gran escala en los Estados Unidos encontró que
casi el 60% de las personas que meditan han reportado al menos un efecto negativo, como ansiedad, sensación de no ser ellas mismas o dificultad para concentrarse después de las sesiones. Alrededor del
30% de esos casos fueron considerados angustiosos, y aproximadamente el
9% indicó que los efectos interferían en su vida cotidiana o en su capacidad para funcionar normalmente.
Otros estudios muestran resultados similares: alrededor del
8% de los participantes podrían experimentar consecuencias negativas como aumento de la ansiedad o síntomas depresivos tras realizar prácticas de mindfulness.
Además, una encuesta a meditadores habituales encontró que
más de una cuarta parte de ellos habían tenido una experiencia psicológica “particularmente desagradable” durante la práctica —entre ellas miedo, desapego emocional o una extraña sensación de irrealidad—.
No obstante, los investigadores aclaran que estos hallazgos no significan que la meditación sea “mala” o que deba evitarse. Lo que realmente indican es que la meditación
no es una solución universal, y que sus efectos pueden variar ampliamente según la persona, su estado mental previo y la intensidad de la práctica.
⚠️ ¿Qué tipos de efectos secundarios se reportan con mayor frecuencia?
Entre los efectos secundarios más comunes de la meditación se encuentran:
- Un aumento repentino de la ansiedad o de sensaciones parecidas a ataques de pánico durante o después de la sesión.
- Sentimientos de disociación, despersonalización (sensación de estar desconectado del propio cuerpo o mente) o desrealización (la percepción de que el mundo o el entorno no es real).
- Reactivación de recuerdos dolorosos o emociones negativas, algo que suele ocurrir especialmente en retiros o prácticas intensivas de larga duración.
- En casos raros, una disminución en la capacidad de funcionar en la vida diaria o en el trabajo, debido al malestar emocional derivado de la práctica.
Estas reacciones no afectan a todos por igual, pero muestran que la meditación puede remover emociones o experiencias internas que estaban reprimidas, lo cual puede ser abrumador si no se cuenta con la preparación o el acompañamiento adecuado.
¿Quiénes corren mayor riesgo?
Las investigaciones han identificado ciertos
factores de riesgo que podrían aumentar la probabilidad de experimentar efectos negativos durante la meditación:
- Personas con antecedentes de problemas psicológicos o trastornos mentales, como ansiedad, depresión, trauma o estrés postraumático.
- Aquellos que participan en prácticas intensivas, como retiros prolongados en silencio, sesiones diarias muy largas o técnicas meditativas profundas que inducen estados alterados de conciencia.
- Principiantes sin experiencia previa, que se acercan a la meditación esperando únicamente calma y relajación, y se enfrentan a reacciones emocionales inesperadas que no saben manejar.
Los expertos enfatizan que la meditación, en estos casos, puede actuar como un “espejo” que refleja partes internas del individuo —miedos, recuerdos, pensamientos o emociones reprimidas— que pueden resultar incómodas o difíciles de procesar sin ayuda profesional.
Cómo meditar de manera segura
Estos hallazgos no significan que se deba abandonar la meditación. Más bien, muestran la necesidad de
practicarla con conocimiento, paciencia y guía adecuada. A continuación, algunos consejos de los expertos para hacerlo de forma segura:
- Empieza poco a poco: Comienza con sesiones cortas de 5 a 10 minutos al día, y practica técnicas simples, como la respiración consciente o la observación del cuerpo, antes de pasar a métodos más avanzados.
- Elige una buena guía: Busca instructores o aplicaciones confiables, que informen sobre posibles efectos secundarios y promuevan un enfoque equilibrado.
- Evalúa tu estado mental: Si atraviesas un periodo de estrés, trauma o síntomas de salud mental, es recomendable consultar con un terapeuta o un instructor de meditación con formación en acompañamiento psicológico.
- Evita las prácticas extremas al inicio: No participes en retiros silenciosos largos ni en meditaciones intensas sin preparación previa.
- Observa tus reacciones: Si notas aumento de ansiedad, pánico, sensación de desconexión o malestar, detente y busca orientación profesional antes de continuar.
En definitiva, la meditación puede ser una herramienta transformadora, pero no está exenta de desafíos. Comprender sus posibles efectos y abordarla con prudencia permite aprovechar sus beneficios sin poner en riesgo la estabilidad emocional.