El Dr. Jonathan Schoeff, médico especializado en longevidad y en el trabajo con individuos de alto rendimiento, tiene un mensaje provocador: el colesterol no es el enemigo.
Schoeff argumenta que muchas de las funciones que comúnmente se atribuyen al “colesterol malo” son, en realidad, vitales para la salud, la reparación y la resiliencia del organismo. Su postura invita a reconsiderar las creencias tradicionales sobre este compuesto.
El colesterol en el cerebro: soporte estructural, no saboteador
Según el Dr. Schoeff, casi el 60 % del cerebro está compuesto por grasa, y el colesterol es un bloque fundamental de las membranas neuronales, las sinapsis y la señalización nerviosa.
Reducirlo demasiado, advierte, podría afectar la función cognitiva, la neuroplasticidad y la capacidad de reparación cerebral.
La literatura científica respalda que el metabolismo del colesterol en el cerebro está finamente regulado, y que las alteraciones pueden conducir a enfermedades neurológicas.
Una revisión publicada en EMBO Reports relaciona los defectos en la homeostasis del colesterol cerebral con el Alzhéimer, el Parkinson y la enfermedad de Huntington.
Además, un estudio longitudinal en China halló que un aumento a largo plazo del colesterol total o no-HDL se asoció con una menor tasa de deterioro cognitivo, especialmente en mujeres y en personas sin enfermedades cardiovasculares.
Aun así, la relación es compleja: mientras que en la mediana edad el colesterol alto puede relacionarse con mayor riesgo de demencia, en personas de edad avanzada niveles más altos pueden asociarse con mejor función cognitiva.
Las hormonas dependen del colesterol
El Dr. Schoeff también enfatiza que el colesterol es el precursor bioquímico de las hormonas esteroides, como la testosterona, el estrógeno, el cortisol y la aldosterona.
Desde su punto de vista, reducir el colesterol de forma excesiva puede afectar la energía, el estado de ánimo, la libido y el equilibrio hormonal.
La ciencia confirma que el cuerpo utiliza el colesterol para producir hormonas, aunque no existen pruebas sólidas de que una reducción moderada de lípidos cause deficiencias hormonales en personas sanas.
Aun así, muchos médicos coinciden con el principio de que el tratamiento con estatinas u otros reductores de lípidos debe buscar el equilibrio, no eliminar el colesterol por completo.
El colesterol como equipo de reparación del cuerpo
Uno de los puntos más audaces del Dr. Schoeff es que el colesterol elevado podría reflejar una respuesta protectora y reparadora, más que una señal de enfermedad.
Afirma que el colesterol acude a “reparar” tejidos dañados, especialmente tras episodios de inflamación. Desde esta perspectiva, niveles altos deberían motivar una búsqueda de las causas subyacentes (estrés oxidativo, inflamación, metabolismo alterado), en lugar de una supresión automática.
Esto coincide parcialmente con teorías mecanicistas que describen al colesterol como componente esencial de las membranas celulares y de los procesos de reparación.
Sin embargo, esto no exime completamente al LDL (colesterol “malo”) de riesgo, ya que sus formas modificadas u oxidadas están claramente implicadas en la aterosclerosis y la inflamación vascular.
Un artículo en BMC Medicine explica cómo el LDL oxidado participa en el daño arterial.
Por otro lado, una reducción agresiva del LDL a niveles muy bajos podría afectar negativamente la salud cerebral, incrementando el riesgo de deterioro cognitivo o demencia.
El colesterol no es igual para todos
El Dr. Schoeff resume su mensaje en una frase:
Sostiene que centrarse únicamente en el colesterol total o el LDL-C es simplista. Lo que realmente importa son los subtipos de colesterol (pequeños, densos, oxidados), cómo la inflamación y la resistencia a la insulina los modifican, y cómo el cuerpo maneja el transporte de lípidos.
La evidencia reciente apoya esta visión. Un estudio de BMJ Open de 2024 encontró que la menor mortalidad por todas las causas correspondía a niveles de LDL-C entre 100 y 189 mg/dL, cifras más altas de lo que se consideraba óptimo.
Conclusión
Las conclusiones del Dr. Schoeff desafían la visión tradicional del colesterol como un enemigo universal. En lugar de centrarse únicamente en reducir sus niveles, propone una evaluación personalizada basada en el contexto, la edad, el metabolismo y la salud general de cada persona.
Su mensaje final es claro: el colesterol no es el problema, sino una pieza esencial de un sistema complejo que requiere equilibrio, no eliminación.
El fin del Artículo