La reunión de alto riesgo destinada a fortalecer los lazos entre Estados Unidos y Australia terminó en furia presidencial, después de que Donald Trump descubriera que uno de sus invitados lo llamó una vez "idiota del pueblo".
Conduciendo las noticiasLo que debería haber sido un éxito diplomático rutinario se convirtió rápidamente en un espectáculo incómodo en la Casa Blanca el 20 de octubre.
El presidente Donald Trump y el primer ministro australiano Anthony Albanese acababan de firmar un acuerdo de 8.500 millones de dólares sobre minerales de tierras raras, un acuerdo estratégico diseñado para reducir la dependencia de China y profundizar la cooperación del Indo-Pacífico, cuando el estado de ánimo en la Sala del Gabinete cambió repentinamente.
Momentos después de la firma, un periodista de Sky News Australia le preguntó a Trump si sabía que Kevin Rudd, embajador de Australia en Washington y ex primer ministro, había pasado años desevándolo públicamente.
Rudd, ahora el principal diplomático de Canberra en los Estados Unidos, una vez había calificado a Trump como "el presidente más destructivo de la historia", un "traidor a Occidente", un "idiota de la aldea", y dijo que el "consenso general" era que estaba "loco".
Trump, visiblemente irritado, primero trató de ignorarlo. "No sé nada sobre él. Si dijo algo malo, tal vez le gustaría disculparse", dijo. Luego, volviéndose hacia Albanese, preguntó: "¿Un embajador dijo algo malo sobre mí? No me lo digas. ¿Dónde está él? ¿Sigue trabajando para ti?"
Albanese, riendo nerviosamente, señaló a través de la mesa, donde Rudd estaba sentado.
Cuando Rudd levantó la mano, Trump lo miró fijamente y exigió: "¿Dijiste mal?" El embajador trató de explicar que sus comentarios se hicieron "antes de que yo tomara esta posición", pero Trump replicó: "Tampoco me gustas, y probablemente nunca lo haré".
Por qué importaEl tenso intercambio fue más que una vergüenza diplomática. Destacó cómo una de las alianzas más importantes de Washington puede ser descarriada por la famosa piel delgada de Trump y cómo las quejas personales pueden eclipsar los intereses estratégicos.
Australia es un socio crítico en los esfuerzos de Estados Unidos para contrarrestar la influencia china en el Indo-Pacífico y una piedra angular del pacto AUKUS, que verá a Canberra adquirir submarinos de propulsión nuclear con asistencia estadounidense.
El incidente también revivió los recuerdos de las consecuencias diplomáticas pasadas durante el primer mandato de Trump. En 2019, el embajador de Gran Bretaña en Washington, Kim Darroch, renunció después de que Trump lo calificara de "tonto" y lo congelara después de filtrar cables en los que describió a la administración como "inepta" y "disfuncional". El temor ahora es que Rudd, cuyo nombramiento ya era políticamente sensible en Canberra, podría enfrentarse a un destino similar.
El panorama generalLa política personal se encuentra con la política: los comentarios de Rudd se remontan a 2017, cuando dirigía el grupo de expertos de la Sociedad Asiática, pero la tendencia de Trump a tomar incluso los viejos insultos personalmente los ha convertido en un problema diplomático en vivo.
Una alianza crucial en el equilibrio: Se suponía que la reunión marcaría un reinicio en la relación entre Estados Unidos y Australia después de los estrechos lazos de Albanese con Joe Biden. En cambio, planteó dudas sobre la capacidad de Canberra para mantener la influencia con una Casa Blanca impredecible.
El precedente corta en ambos sentidos: Trump tiene un historial de dejar de lado a los diplomáticos que lo critican, pero también ha demostrado una voluntad de perdonar cuando se ajusta a su agenda, como se ve con el vicepresidente JD Vance, quien una vez lo comparó con "el Hitler de Estados Unidos".
Las apuestas estratégicas siguen siendo altas: a pesar del drama, el acuerdo de minerales de tierras raras y la reafirmación de AUKUS muestran que ambas naciones ven un interés compartido en reducir el dominio chino, particularmente en minerales críticos y defensa.
Reculso nacional en Australia: El gobierno de Albanese, ya bajo escrutinio por su alcance a Trump, ahora debe asegurar tanto a los votantes como a los aliados que la alianza sigue siendo sólida, y que la posición de Rudd en Washington es segura.
SecuelasFuncionarios australianos dijeron que Rudd se disculpó en privado con Trump después de la reunión, y el presidente aceptó. Pero fiel a la forma, Trump supuestamente repitió a los ayudantes que "no le gusta" el embajador y "probablemente nunca lo hará".
Queda por ver si ese sentimiento se endurece en la política, o resulta en que Rudd sea marginado. Lo que está claro es que una de las alianzas más antiguas de Estados Unidos acaba de recibir un duro recordatorio de que, en la era de Trump, la diplomacia a menudo tiene menos que ver con la geopolítica y más con la lealtad personal.