¡La suspensión indefinida de Jimmy Kimmel Live por parte de ABC! Ha desencadenado una tormenta política y cultural. No se trata solo de los comentarios de un comediante, se trata de la presión regulatoria, el apalancamiento político y lo que sucede cuando los medios de comunicación se doblan bajo el poder.
¿Qué desencadenó esto?El lunes, Jimmy Kimmel hizo comentarios en su monólogo sobre el asesinato del activista conservador Charlie Kirk. Sugirió que el tirador acusado podría estar alineado con MAGA e insinuó que los conservadores estaban tratando de esquivar esa caracterización. Los fiscales y las declaraciones familiares, sin embargo, indican que el tirador se había movido recientemente hacia puntos de vista más inquierdistas, particularmente sobre temas LGBTQ.
El presidente de la FCC, Brendan Carr, aprovechó esto, calificando los comentarios de Kimmel de engañoso y advirtiendo que ABC podría enfrentar consecuencias regulatorias si no actuaba.
En cuestión de horas, dos de los grupos afiliados más grandes de ABC, Nexstar y Sinclair, anunciaron que dejarían de emitir el programa. Por la noche, la propia ABC tiró de Kimmel "indefinidamente".
Libertad de expresión y normas legalesLas palabras de Kimmel pueden haber sido objetivamente inestables. Pero los comentarios inexactos no son lo mismo que la incitación. Según la prueba de Brandeburgo, el estándar de la Corte Suprema para limitar el discurso, se deben cumplir dos condiciones para el castigo: el discurso debe tener la intención de incitar una acción inminente sin ley, y debe ser probable que lo haga.
Los comentarios de Kimmel tampoco lo hicieron. Eran sátiras políticas: puntiagudas, partidistas y quizás descuidadas, pero no un llamado a la violencia. Etiquetarlos como "discurso de odio" extiende la ley más allá del reconocimiento.
La historia de ABC de ceder a la presiónEsta no es la primera vez que ABC retrocede bajo el calor político o legal. En el pasado, ha resuelto demandas presentadas por Trump en lugar de arriesgar peleas judiciales prolongadas, incluido un pago multimillonario el año pasado.
Impidió que el presentador George Stephanopoulos moderara un debate republicano después de que los aliados de Trump amenazaran con emprender acciones legales por su cobertura crítica. También suspendió al corresponsal principal Terry Moran después de describir a Trump y al asesor Stephen Miller como "haters de clase mundial" en las redes sociales. Incluso antes, durante la saga Roseanne, los ejecutivos de Disney admitieron que la óptica política en la era de Trump pesaba mucho en la decisión de eliminar el programa. Cada uno de estos episodios indicaba que el liderazgo de ABC estaba dispuesto a priorizar evitar conflictos sobre proteger la independencia de su talento.
Cómo han cedido otras redesLa suspensión de Kimmel se produce semanas después de que CBS cancelara The Late Show con Stephen Colbert. Oficialmente, la decisión fue financiera. Pero los expertos en los medios de comunicación señalaron el momento: Paramount, la empresa matriz de CBS, tuvo una fusión antes de la FCC que requirió una navegación sin problemas. Colbert, al igual que Kimmel, fue uno de los críticos nocturnos más vocales de Trump.
En todos los ámbitos, las principales redes han ajustado la cobertura, resuelto los casos o cambiado la programación de manera que los críticos dicen que reflejan una estrategia de apaciguar a la administración para asegurar las aprobaciones regulatorias o evitar un mayor escrutinio.
El panorama generalAprovechamiento regulatorio: La FCC emite licencias de transmisión. Eso le da a la administración un punto de presión: las redes que dependen de esas licencias saben que su supervivencia depende de permanecer en las buenas gracias del regulador.
Cálculo corporativo: Empresas como Disney o Paramount actúan de forma preventiva para hacer frente a los problemas políticos, delineando de lado el contenido que podría provocar represalias.
Efecto escalofriante: Los satíricos y comentaristas ahora saben que incluso las bromas, si están dirigidas al presidente o a sus aliados, pueden costarles su plataforma.
Balance finalJimmy Kimmel no es periodista; es comediante. Su trabajo es burlarse, exagerar y burlarse de los poderosos. Lo que dijo puede haber sido defectuoso de hecho, pero no fue discurso de odio, ni fue incitación. Al sacarlo del aire, ABC ha demostrado la facilidad con la que incluso las compañías de medios más grandes pueden doblegarse a la presión política. Y eso sienta un precedente preocupante: en los Estados Unidos de hoy, si puedes bromear sobre el poder depende cada vez más de si el poder encuentra la broma aceptable.