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María Corina Machado gana el Premio Nobel de la Paz 2025: El curioso giro de Obama al dar el premio a la venezolana – y dejar fuera a Donald Trump

La campaña moderna de Estados Unidos contra Maduro comenzó de manera silenciosa bajo Barack Obama. Cuando Venezuela entraba más en crisis después de la muerte de Hugo Chávez en 2013, la estrategia de Washington fue aplicar presión poco a poco. En 2015, Obama firmó una orden ejecutiva que declaraba a Venezuela una “amenaza para la seguridad nacional”, un paso técnico que permitió sanciones específicas contra altos funcionarios del régimen acusados de corrupción y violaciones de derechos humanos.
María Corina Machado gana el Premio Nobel de la Paz 2025: El curioso giro de Obama al dar el premio a la venezolana – y dejar fuera a Donald Trump
(Crédito de la imagen: iTimes Spanish)
El Comité Nobel ha hecho su elección — y no fue Donald Trump. En Oslo, el Premio de la Paz 2025 fue entregado a María Corina Machado, la líder de la oposición venezolana que ha pasado décadas luchando por la democracia bajo uno de los regímenes autoritarios más fuertes de América Latina. Obligada a esconderse, prohibida de participar en elecciones y amenazada con prisión, Machado se ha convertido en un símbolo de resistencia cívica contra el gobierno del presidente Nicolás Maduro — un movimiento que ha continuado a pesar de cada intento del país más poderoso del mundo de sacarlo del poder. La decisión de dar el premio a una figura de la oposición venezolana tiene un eco claro de la era de Obama — igual que la obsesión de Trump con el Nobel viene en parte de su creencia de que Obama no merecía su premio de 2009. Irónicamente, Obama — y cada administración estadounidense después — intentó y fracasó en derrocar a Maduro. Sanciones, acuerdos secretos, aislamiento diplomático e incluso un intento dramático de iniciar un levantamiento militar fueron usados. Ninguno funcionó. Y ahora, con Machado siendo premiada por elegir “votos en vez de balas”, el contraste con las intervenciones más duras y caóticas de Washington no podría ser más claro.

Los primeros días: Obama aumenta la presión

La campaña moderna de Estados Unidos contra Maduro empezó de manera silenciosa bajo Barack Obama. Cuando Venezuela entraba en crisis después de la muerte de Hugo Chávez en 2013, la estrategia de Washington fue aplicar presión poco a poco. En 2015, Obama firmó una orden ejecutiva que declaraba a Venezuela una “amenaza para la seguridad nacional” — un paso técnico que permitió sanciones dirigidas contra altos funcionarios del régimen acusados de corrupción y abusos de derechos humanos. La lógica era simple: presionar al círculo cercano, cortar su acceso a activos en el extranjero y aumentar el costo de la lealtad. Las sanciones buscaban quitar el apoyo de la élite sin provocar una reacción nacionalista. Era un enfoque lento y legal, que no tocaba al ejército, pero trataba de debilitar las redes de poder del régimen desde dentro. El problema fue que Maduro se adaptó. Con precios del petróleo bajos y la economía colapsando, su gobierno reforzó el control sobre los recursos del Estado, profundizó vínculos con Rusia y China, y usó el aparato de seguridad de Cuba para vigilar y neutralizar la oposición. La presión inicial de Washington pudo haber aislado a Caracas diplomáticamente, pero no acercó al régimen a la caída.

La escalada de Trump: “Todas las opciones” y la Operación Libertad

Si el enfoque de Obama fue metódico, el de Donald Trump fue máximo. Para 2019, la Casa Blanca pedía abiertamente la salida de Maduro y apoyaba a Juan Guaidó, el presidente de la Asamblea Nacional que se declaró presidente interino con el respaldo de más de 50 países. El mensaje de Washington era claro: el tiempo de Maduro había terminado. El momento más audaz llegó el 30 de abril de 2019. Guaidó apareció en una base militar en Caracas, acompañado por soldados y el líder opositor Leopoldo López — liberado del arresto domiciliario — y anunció el inicio de la “fase final” de un plan para sacar a Maduro. Detrás de escena, funcionarios de EE.UU. creían tener acuerdos secretos con figuras clave del círculo de Maduro, incluido el ministro de Defensa Vladimir Padrino, para facilitar una transición de poder. El plan se derrumbó casi de inmediato. Las deserciones prometidas nunca ocurrieron. Las fuerzas de seguridad se mantuvieron leales. Se dice que asesores rusos convencieron a Maduro de quedarse en Caracas. Al caer la noche, López había huido a la embajada de España, el llamado de Guaidó a un levantamiento militar había fallado, y Maduro apareció en televisión declarando victoria. Washington quedó en ridículo, con sus supuestos aliados internos ahora expuestos y en peligro. Fue un momento decisivo. La administración Trump mostró sus cartas demasiado pronto, sobreestimó su influencia y subestimó la resistencia del régimen. La promesa de que “todas las opciones” estaban sobre la mesa quedó vacía — no había voluntad en Washington para una intervención militar, y las sanciones ya habían llegado a su límite. La apuesta de la “Operación Libertad” fracasó.

Por qué Maduro sobrevivió

El fracaso en sacar a Maduro no fue solo por un error de cálculo — estaba enraizado en la naturaleza del propio régimen. La estructura de poder de Venezuela se apoya en una coalición muy unida de líderes militares, leales del partido y apoyos extranjeros. Los servicios de seguridad de Cuba se han integrado profundamente en el aparato de inteligencia, ayudando al régimen a detectar y destruir planes antes de que representen una amenaza seria. La participación de Rusia ha dado cobertura diplomática, ayuda económica y una defensa estratégica contra la presión de Occidente. Al mismo tiempo, la oposición ha sufrido una represión constante. Los líderes han sido exiliados, encarcelados o prohibidos de participar en política. Los movimientos de protesta han sido infiltrados y destruidos. Las elecciones han sido manipuladas para mantener una apariencia de legitimidad sin correr el riesgo de una verdadera transferencia de poder. Y mientras millones de venezolanos han huido del país, el régimen ha fortalecido su control sobre los que se quedaron. El resultado es un sistema mucho más resistente de lo que muchos en Washington esperaban. El gobierno de Maduro, a pesar de estar al mando durante un colapso económico y una emigración masiva, ha sobrevivido a cinco presidentes de Estados Unidos y todavía controla firmemente las palancas del poder.

El ascenso de Machado — y el mensaje de Oslo

En este contexto, el Premio Nobel de la Paz para María Corina Machado tiene un significado más profundo. Líder opositora veterana y fundadora de la organización electoral Súmate, Machado ha pasado más de dos décadas luchando por elecciones libres, independencia judicial y reformas democráticas. En 2024, se le prohibió presentarse a la presidencia, pero continuó organizando y apoyando a la oposición desde la clandestinidad — inspirando a millones con su decisión de no abandonar el país. Su reconocimiento en Oslo es más que un honor personal; es una crítica a las estrategias fallidas de presión externa y de planes secretos. El Comité Nobel elogió su compromiso con “votos en vez de balas” — un recordatorio de que los regímenes autoritarios rara vez caen por órdenes extranjeras o intentos espectaculares de un solo día. Caen cuando los movimientos internos, por débiles que estén, persisten lo suficiente para que la represión sea más costosa que la reforma.

La ironía de 2025

El simbolismo del anuncio del Nobel de este año es evidente. Mientras Donald Trump se enfurecía contra el comité por dar el premio a Machado y no a él — a pesar de sus afirmaciones de haber “terminado siete guerras” — el mundo recordó que los mayores desafíos al poder autoritario suelen ser internos, no importados. También fue una lección de paciencia: una década después de que Washington declarara que los días de Maduro estaban contados, él sigue en el palacio presidencial, mientras la disidente que intentó aplastar ahora tiene uno de los honores más prestigiosos del mundo. Con todo el dinero gastado, las sanciones impuestas y los golpes planeados, la historia de la lucha democrática de Venezuela sigue siendo escrita por los propios venezolanos. Y en esa historia, María Corina Machado — no los arquitectos de los planes fallidos de cambio de régimen en Washington — es la que la historia recordará.