A veces, incluso los gobiernos cometen errores. Y a veces, es necesario que muchas voces digan “esto no está bien” para que algo cambie. Esta es la historia de un correo electrónico, una idea ambiciosa (y mal comunicada), y de miles de trabajadores públicos que sintieron, por unos días, que su estabilidad estaba en juego.
¿Qué pasó?
A inicios de 2025, bajo la administración Trump, Elon Musk —quien lideraba en ese momento el recién creado Departamento de Eficiencia Gubernamental— envió un correo masivo a empleados federales. Les pedía que cada semana respondieran con “cinco cosas que hicieron” como parte de un nuevo sistema de control de productividad.
Hasta ahí, podría parecer una medida de eficiencia laboral. Pero el tono fue el problema.
Según el mensaje, si alguien no respondía, se entendería que renunciaba a su puesto. Sin contexto, sin procesos claros, sin el respaldo de recursos humanos de cada agencia. Para muchos, fue una señal de caos más que de orden.
¿Cómo reaccionó la gente?
Miles de empleados se sintieron confundidos, ansiosos o incluso amenazados. ¿Era obligatorio? ¿Qué pasaba si estaban de vacaciones o enfermos? ¿Era legal?
Algunas agencias, como el Departamento de Estado, Defensa, el FBI y Salud Pública, ordenaron a su personal que ignorara el correo, al considerar que era inconsistente con las normas internas.
El caos se volvió conversación nacional. Y muy pronto, la Oficina de Administración de Personal (OPM) —el organismo que vela por los derechos de los trabajadores federales— tuvo que intervenir. Aclararon que responder no era obligatorio, y que nadie sería penalizado por no hacerlo.
La rectificación
A comienzos de agosto de 2025, el mismo gobierno de Trump decidió terminar formalmente con el programa. El correo de “las 5 cosas” fue cancelado. Se informó que no se supervisaría más, y que las agencias ya tienen sus propios sistemas para medir desempeño, sin necesidad de una medida impuesta desde arriba, sin diálogo ni contexto.
Una lección humana
Este episodio no es solo una anécdota de política o tecnología. Es una lección sobre liderazgo, comunicación y respeto. Porque detrás de cada correo, de cada política, hay personas reales: con miedos, rutinas, familias, vocación de servicio.
El deseo de mejorar el sistema no está mal. Pero el cómo se hace, sí importa. Las buenas intenciones no reemplazan los procesos claros ni el trato digno.
En palabras sencillas
Nadie debería sentirse obligado a responder un correo para no perder su empleo.
Ningún trabajador merece la incertidumbre como método de motivación.
Y toda idea, por disruptiva que sea, necesita escuchar antes de imponer.
Si algo bueno dejó este episodio, fue demostrar que la resistencia serena, el profesionalismo y el respeto por los procesos siguen teniendo peso, incluso frente a decisiones impulsivas o autoritarias.
Porque al final del día, lo que sostiene a cualquier gobierno no es solo la eficiencia.
Es la dignidad de su gente.
El fin del Artículo