Mucho antes de que el Día de los Muertos se llenara de calaveras decorativas, papel picado y pan dulce, los pueblos originarios de América Latina ya rendían culto a la muerte como parte natural de la vida. Sus rituales, algunos perdidos en el tiempo y otros aún vivos en comunidades indígenas, no eran actos de temor, sino de profunda conexión espiritual.
A continuación, revelamos algunos de los rituales ocultos o poco conocidos que los nativos realizaban —y en algunos casos, aún realizan— durante esta temporada sagrada para honrar a sus muertos y mantener el equilibrio con el mundo de los espíritus.
1. El "Despertar de las Almas" al amanecer (Maya y Mexica)
En muchas culturas mesoamericanas, se creía que los muertos regresaban antes del amanecer, cuando el velo entre los mundos es más fino.
- Ritual: Justo antes del alba, se encendían sahumerios de copal, se colocaban flores frescas (como el cempasúchil) y se abrían las puertas de la casa. Se les hablaba en voz baja, llamándolos por su nombre, agradeciendo su guía.
- Creencia: Si sentías una brisa repentina o el parpadeo de una vela, era señal de que el alma había llegado.
2. Ofrendas de cosecha en cuevas o montañas (Andinos y Otomíes)
Algunas comunidades no solo colocaban altares en casa, sino que llevaban ofrendas a lugares sagrados, como cuevas, cerros o manantiales, considerados puertas entre mundos.
- Qué ofrecían: maíz recién cosechado, chicha, coca, pan artesanal, frutas, velas de sebo, flores silvestres.
- Propósito: Agradecer a los ancestros por la tierra fértil y pedir protección para los ciclos venideros.
3. Fuegos nocturnos y relatos de los abuelos (Mapuches, Purépechas, Quechuas)
La noche del 1 o 2 de noviembre, las familias se reunían alrededor de un fuego —no solo para calentar, sino para contar historias de los ancestros.
- Ritual: Se mencionaban nombres, se recordaban hazañas, y a veces se cantaban versos o coplas que pasaban de generación en generación.
- Creencia: Nombrar a los muertos es mantenerlos vivos. El fuego activa la memoria colectiva.
4. Danzas de invocación y despedida (Náhuatl, Totonaca, Maya)
En algunas comunidades, los muertos eran recibidos y despedidos con danzas ceremoniales, acompañadas de tambores y flautas. Las danzas tenían movimientos cíclicos que representaban el paso entre la vida, la muerte y la regeneración.
- Propósito: Ayudar al alma a llegar al altar familiar, y luego, al finalizar el Día de los Muertos, guiarla nuevamente hacia el Mictlán o el mundo espiritual.
5. El agua como memoria y espejo (Mixtecos y Zapotecos)
El agua es un elemento clave en muchas ofrendas, pero su simbolismo va más allá de “calmar la sed del alma”. Para los pueblos indígenas, el agua recuerda, refleja y purifica.
- Ritual oculto: En la noche del 1 de noviembre, algunos colocaban un cuenco de agua con flores o jade cerca del altar. Por la mañana, se le preguntaba al agua qué mensajes traía del otro lado.
Se creía que su claridad, movimiento o reflejo podían responder preguntas internas.
6. Camino de sal o ceniza para guiar el alma (Maya y Nahuas)
Además del camino de pétalos de cempasúchil, en algunas regiones también se usaba sal o ceniza blanca para dibujar líneas o símbolos que guiaran el paso del alma por la casa.
- Ritual: Trazaban formas en espiral, huellas o cruces ancestrales en el piso, comenzando desde la puerta principal hasta el altar.
- Significado: Espiritualmente, era un "mapa" de regreso al hogar.
7. El susurro al viento (Guaraníes, Aymaras, Mazatecos)
Algunos rituales consistían en susurrar mensajes al viento al atardecer, creyendo que el aire llevaría las palabras a los espíritus.
- Ritual: Se salía solo o en pareja al campo o al monte, se miraba al cielo, y se pronunciaban palabras de perdón, gratitud o amor. Luego se recogía una piedra o rama como símbolo del mensaje entregado.
Reflexión final:
No todos los rituales son visibles, pero todos son poderosos.
El Día de los Muertos no es solo un evento colorido, sino una tradición milenaria tejida por los pueblos indígenas con sabiduría, respeto y conexión profunda con el alma y la naturaleza.
Recuperar estos rituales —aunque sea de forma simbólica— es una forma de honrar no solo a nuestros muertos, sino también a nuestras raíces.