शिवोऽहम् - "Soy Shiva".
Este antiguo Mahavakya de los Upanishads no busca halagar la vanidad humana. Apunta a una profunda verdad enterrada bajo capas de ignorancia, hábito, identidad e ilusión. "El hombre es Dios dormido. Dios es el hombre despierto". Esta declaración sucinta no es poesía, es profecía. Captura todo el arco de la evolución humana, el viaje del alma individual desde la esclavitud hasta la liberación, desde el sueño hasta el despertar, desde la ilusión hasta la verdad.
El olvidoCuando Dios se convierte en hombre (Crédito de la imagen: Pexels)
El alma, conocida como Atman en la filosofía vedantic, no está separada de Brahman, la realidad última. El Chandogya Upanishad proclama: "Tat Tvam Asi" - "Tú eres eso". Sin embargo, vivimos en un mundo donde esta verdad no solo se olvida, sino que se niega activamente. ¿Por qué?
Debido a que en el momento en que Brahman se manifiesta como el alma individual (Jiva), entra en el dominio de Maya, el poder de la ilusión. Bajo el hechizo de Maya, el infinito olvida su infinito y se imagina a sí mismo como finito: un cuerpo, una mente, una historia. Este es Dios dormido.
Al igual que un soñador que olvida que está durmiendo y cree que está huyendo de las sombras o abrazando ilusiones, el alma se identifica con el nombre y la forma (Nama-Rupa) y cree que es su identidad completa. Hambre, miedo, placer y dolor, todo esto se vuelve real. Lo divino duerme en el hombre, no porque haya sido destruido, sino porque está oculto. Como afirma el Katha Upanishad:
"El Ser está oculto en el corazón de todos los seres, no visto por el ojo, sino visto por el corazón purificado a través de la meditación y la sabiduría".
Por lo tanto, el hombre no es simplemente un ser caído o una creación separada del Creador. Él es Dios velado en el olvido, atrapado en la ilusión de la separación.
La arquitectura del sueñoEgo, Maya y Samskara (Crédito de la imagen: Pixabay)
Para entender por qué el hombre permanece dormido para su divinidad, uno debe examinar las fuerzas que sostienen este sueño. El agente principal es Avidya, la ignorancia, no solo ignorancia intelectual, sino la ignorancia ontológica, un desconocimiento del yo real. Esta ignorancia da lugar al ego (Asmita), el falso yo que dice: "Soy el cuerpo", "Soy este papel", "Soy este dolor", "Soy este éxito".
Una vez que el ego echa raíces, comienza a acumular experiencias, gustos y disgustos (Raga y Dvesha), miedos (Abhinivesha) y apegos. Estos se convierten en Samskaras, impresiones que empujan y tiran del alma a través de innumerables renacimientos. Lo divino está enterrado bajo estas capas, como un espejo brillante acumulando polvo.
Incluso la religión y la espiritualidad, cuando se malinterpretan, refuerzan el sueño. Dios se proyecta hacia afuera, hacia el cielo o en textos, no reconocidos en su interior. El hombre reza, ayuna y sigue los rituales, pero no mira en el silencio de su propio corazón.
El Bhagavad Gita reconoce este estado:
"Engañado por Maya, el mundo no me conoce, el no nacido e imperecedible". (Gita 7.13)
El proceso de despertarHombre iluminado (Crédito de la imagen: Freepik)
El despertar no es un logro. Es un recuerdo. El viaje comienza cuando el alma se cansa de los sueños, cuando las promesas del mundo ya no satisfacen, cuando el éxito sabe vacío y el sufrimiento se vuelve intolerable. Este es a menudo el momento de desesperación espiritual, pero también es una bendición.
Los Upanishads narran la historia de Nachiketa, un niño que, a través del fuego de intensos interrogatorios y desapego, adquiere el conocimiento del Ser. Su viaje es simbólico: el alma debe preguntar: "¿Quién soy yo?" Con ardiente sinceridad. Esta investigación es el fuego que comienza a derretir las cadenas de la ignorancia.
Meditación, contemplación, acción desinteresada, devoción: todos estos son caminos hacia el despertar. Pero lo que realmente despierta el alma es la experiencia directa del Ser. No conceptos, no creencias, sino Anubhava: realización.
"Cuando la mente está en silencio y los sentidos están en reposo, se alcanza el estado más alto". (Mandukya Upanishad)
Y, sin embargo, incluso esta realización no está "adquirida". Es la gracia, el destello final de reconocimiento que no viene a través del esfuerzo, sino a través de la rendición. Como un soñador que se da cuenta de que está soñando, el alma despierta para descubrir que nunca estuvo atada. Siempre fue gratis, siempre divino.
El hombre realistoThe Knower (crédito de la imagen: Freepik)
Cuando Dios despierta como hombre, el hombre deja de ser simplemente un hombre. Se convierte en un Jivanmukta, liberado mientras aún vive. El Gita describe a tal ser:"El que es igual de amigo y enemigo, que no se altera por el honor o la deshonra, que ha trascendido todas las dualidades, es querido para mí". (Gita 12.18-19)
Este ser despierto no es especial en un sentido mundano. Puede parecer ordinario, hablar poco, vivir de forma sencilla. Pero la fragancia de la libertad lo rodea. Su alegría no es placer. Su amor no es apego. Camina por el mundo, pero el mundo no lo toca.
¿Qué se ha dado cuenta?
Se ha dado cuenta de que no hay otro. El sujeto y el objeto son uno. El conocido y el conocido se disuelven. Todo es Brahman. Todo es uno mismo.
Como proclama el Ashtavakra Gita:
"Soy pura conciencia. El mundo es un juego de conciencia. Yo no soy el cuerpo. No soy la mente. Yo soy el que es testigo de todo".
Un hombre así no muere cuando el cuerpo muere. Ya ha muerto a la ilusión y ahora se ha fusionado con el campo infinito de la conciencia, que no nace ni se ha destruido.
Simbolismo en la mitología y el misticismoEste gran sueño y despertar han sido representados en muchas tradiciones espirituales:
Hiranyagarbha, el útero dorado en Vedanta, es el Dios soñador del que surge el universo: la creación misma es una especie de sueño divino.
En el Shaivismo de Cachemira, Paramashiva se convierte en Jiva a través de la limitación, pero conserva el poder de despertar.
La crucifixión y resurrección de Cristo representan simbólicamente la muerte del ego y el nacimiento del hombre divino.
En el misticismo sufí, Rumi escribe: "¿Por qué te quedas en prisión, cuando la puerta está tan abierta?"
Estas metáforas nos recuerdan que el despertar espiritual no se trata de añadir nada nuevo. Se trata de quitar el velo, el Avarana que oculta la verdad.
Despertar a la verdad"El hombre es Dios dormido. Dios es el hombre despierto". Esto no es un eslogan. Es la invitación más atrevida jamás ofrecida. No eres lo que dicen tus documentos. No eres lo que tu mente cree. Ni siquiera eres tu historia.
Eres la conciencia misma, jugando al juego de olvidar y recordar. Tu sufrimiento es la sombra del sueño. Tu alegría es el recuerdo de la verdad del alma. Cuando finalmente dejas de mirar hacia afuera y descansas en el centro de tu ser, el sueño se rompe.
Y en esa quietud, más allá del pensamiento, más allá de la creencia, más allá del nombre, lo sabrás.
Nunca fuiste hombre. Siempre fuiste Dios.
La única diferencia era que ahora estás despierto.