Durante años, la idea de que podríamos estar viviendo dentro de una gigantesca computadora cósmica ha sido una de las teorías existenciales favoritas de internet. Una especie de
Truman Show actualizado: vas al trabajo, pagas el alquiler, pones los platos en el lavavajillas, y en algún lugar una civilización superior revisa tus estadísticas y ajusta la dificultad. Incluso pensadores influyentes coquetearon con esta posibilidad. Neil deGrasse Tyson llegó a afirmar que, si las especies avanzadas pueden simular universos completos, entonces estadísticamente es más probable que estemos dentro de una simulación que en la única “realidad base”.
Pero ahora un equipo de físicos de la University of British Columbia Okanagan ha publicado una investigación que intenta cerrar esa puerta, no desde la filosofía, sino desde las matemáticas. Su estudio, difundido en la Journal of Holography Applications in Physics, sostiene que el universo no puede ser una simulación, no porque sea poco probable, sino porque la computación misma es incapaz de producir la clase de realidad que habitamos.
El argumento central se apoya en una idea sorprendentemente simple: algunas características del universo no pueden ser generadas por ningún algoritmo, y las simulaciones no son más que algoritmos.
Antes de entrar en los detalles del nuevo trabajo, conviene recordar por qué la hipótesis de la simulación se volvió tan popular. La versión más difundida planteaba que, si las civilizaciones futuras pueden construir universos realistas, y si esos universos a su vez generan nuevas simulaciones, entonces las simulaciones acabarían superando en número a las realidades originales. La “verdadera” realidad se volvería excepcional. En un contexto marcado por los videojuegos hiperrealistas, la inteligencia artificial, la realidad virtual y la ansiedad tecnológica, preguntarse si somos personajes digitales dejó de parecer ciencia ficción y pasó a sentirse como un experimento mental nocturno bastante plausible.
El equipo de la UBC sostiene que la pregunta ha sido mal planteada desde el principio.
El investigador principal del estudio, el doctor Mir Faizal, afirma: “Hemos demostrado que es imposible describir todos los aspectos de la realidad física mediante una teoría computacional de la gravedad cuántica”. En términos sencillos: si se intenta capturar el universo entero dentro de un conjunto de reglas que una computadora pueda ejecutar, siempre quedará algo esencial fuera.
Aquí entra en juego el famoso teorema de incompletitud de Gödel. Gödel demostró que, en cualquier sistema basado en reglas lógicas, existen proposiciones verdaderas que esas mismas reglas no pueden demostrar. No son verdades inaccesibles por misteriosas, sino porque exceden lo que el propio sistema puede expresar.
Lo que el equipo de la UBC sostiene es que la física comparte esa misma propiedad. Es decir, la realidad contiene elementos que no pueden derivarse ni representarse por completo dentro de ningún sistema cerrado de reglas. Si la estructura profunda del universo produce verdades a las que ningún algoritmo puede acceder, entonces una simulación —que es, por definición, un algoritmo— no puede generar esos aspectos de la realidad. Y si no puede generarlos, tampoco puede generarnos a nosotros.
El propio Faizal lo resume así: “Esto requiere una comprensión no algorítmica, que por definición está más allá de la computación algorítmica y, por lo tanto, no puede ser simulada”.
Su colaborador, el físico Lawrence M. Krauss, añade otra capa clave al argumento: “Las leyes fundamentales de la física no pueden estar contenidas dentro del espacio y el tiempo, porque son precisamente ellas las que los generan”. En otras palabras, si el espacio y el tiempo emergen de algo más profundo, entonces ninguna computadora que opere dentro del espacio y el tiempo puede reproducir esa fuente más profunda.
¿Y qué significa exactamente “no algorítmico”? No se trata de algo místico ni sobrenatural. Se refiere a aspectos de la realidad que no pueden ser generados por ningún conjunto finito de reglas, por complejo que sea. Son verdades reales, reconocibles, pero imposibles de construir mediante una secuencia de pasos lógicos.
Gödel demostró que tales verdades existen en las matemáticas. El equipo de la UBC sostiene que también existen en la física. Y una vez que se acepta eso, la hipótesis de la simulación choca con un límite infranqueable: no se pueden producir verdades que no dependen de reglas a partir de una maquinaria basada únicamente en reglas.
Este punto es lo que distingue a este estudio de críticas anteriores. Durante años, el debate giró en torno al poder de procesamiento: hoy no podemos simular un universo entero, pero quizá una civilización futura sí podría. Construir una máquina lo suficientemente grande, apilar suficientes qubits, esperar el tiempo necesario, y finalmente obtener un mundo como el nuestro.
Pero este trabajo sostiene que el verdadero obstáculo no es el hardware, sino la lógica misma.
Si el universo contiene verdades a las que ningún algoritmo podrá acceder jamás, entonces ninguna computadora —por más avanzada, cuántica o “divina” que sea— podrá construir una simulación coherente de nuestro mundo. La computación, incluso en su forma más abstracta, simplemente no es el tipo de herramienta adecuado para producir un universo con las características del nuestro.
Faizal lo concluye de forma tajante: “Por lo tanto, este universo no puede ser una simulación”.
Eso no significa que las preguntas filosóficas desaparezcan. Las personas pueden seguir reflexionando sobre inteligencias superiores, realidades superpuestas u otras posibilidades metafísicas. Pero si por “simulación” se entiende un mundo computable generado por reglas, este estudio ofrece una refutación directa: la realidad contiene elementos que la computación no puede producir.