Buñol (Valencia), 27 de agosto de 2025 – La pequeña localidad valenciana volvió a teñirse de rojo en la edición número 80 de
La Tomatina, el festival que cada año atrae a miles de visitantes de todo el mundo para vivir la guerra de tomates más famosa. Así se desarrolló esta edición histórica:
1. Un pueblo pequeño, un festejo gigante
Aunque Buñol apenas cuenta con unos 9.000 habitantes, durante la última semana de agosto se transforma en un hervidero de culturas. Este año más de 20.000 personas llegaron desde distintos rincones del mundo para lanzarse tomates, bailar y compartir una experiencia única que convierte al pueblo en un epicentro global de alegría.
2. Origen inesperado
La historia de La Tomatina comenzó en 1945, de manera improvisada, cuando unos jóvenes interrumpieron un desfile festivo y terminaron lanzándose tomates entre risas y empujones. Lo que en su momento fue visto como una travesura, se convirtió con el tiempo en tradición. Aunque llegó a ser prohibida en los años 50 por el franquismo, la persistencia popular logró su regreso y, con los años, su consagración como fiesta mundial.
3. 120 toneladas de rojo
Los protagonistas del día fueron los
120.000 kilos de tomates traídos en camiones hasta la Plaza del Pueblo. Estos tomates, cultivados específicamente para el evento y no aptos para consumo, se convierten en proyectiles blandos que garantizan diversión sin riesgo. En cuestión de minutos, las calles se tiñen de rojo y el suelo parece un río espeso de pulpa fresca.
4. El lema de la edición: “Tomaterapia”
La edición de este año tuvo un significado especial: después de las graves inundaciones que azotaron la región en octubre de 2024, el festival adoptó el lema
“Tomaterapia”. Más allá de la diversión, la batalla de tomates se convirtió en un acto de resiliencia colectiva, una manera de mostrar al mundo que la comunidad de Buñol sigue en pie, celebrando la vida con una sonrisa manchada de rojo.
5. El ritual del jamón
La tradición marca que antes de empezar la batalla alguien debe trepar un poste enjabonado para alcanzar un jamón colocado en lo alto. Esta prueba de fuerza y equilibrio arranca risas y aplausos de la multitud. Solo cuando alguien logra derribar el jamón se dispara el cañonazo que da inicio oficial a la lluvia de tomates, aumentando la emoción del momento.
6. Reglas del juego
Aunque todo parece caos, La Tomatina tiene reglas claras. Los tomates deben aplastarse antes de lanzarse para evitar daños, está prohibido usar objetos sólidos o arrancar camisetas, y la batalla solo puede durar una hora. Estas normas garantizan que la diversión se mantenga dentro de los límites de la seguridad, preservando el espíritu alegre del evento.
7. La hora del caos
Con el cañonazo inicial, comienza la locura. Durante 60 minutos, miles de brazos lanzan tomates en todas direcciones. Nadie se libra: turistas, vecinos y hasta policías terminan bañados en pulpa. El ambiente, acompañado de música, gritos y carcajadas, convierte a las calles en un escenario surrealista donde la única ley es disfrutar.
8. Limpieza mágica
Al terminar la batalla, los bomberos rocían las calles con mangueras a presión. La acidez del tomate, curiosamente, funciona como limpiador natural y deja las fachadas más relucientes que antes. Vecinos y turistas se duchan en improvisadas zonas de agua, riendo mientras eliminan las últimas manchas rojas que quedan en la piel y la ropa.
9. Solidaridad con Palestina
En medio del bullicio, también hubo espacio para los mensajes sociales y políticos. Este año se vieron banderas palestinas y pancartas en apoyo a las víctimas de conflictos internacionales, recordando que incluso en la mayor de las fiestas puede haber espacio para la solidaridad y la conciencia global.
10. Orgullo mundial
Desde 2002, La Tomatina cuenta con el título de Fiesta de Interés Turístico Internacional, y cada año confirma su relevancia. Para los buñolenses es motivo de orgullo, y para los visitantes, una experiencia que une diversión, tradición e identidad cultural. Ochenta años después de aquel inicio improvisado, la batalla de tomates sigue siendo un símbolo de alegría desbordante y unión entre culturas.
La Tomatina 2025 no fue solo una guerra de tomates. Fue una celebración de la vida, un acto de resiliencia y un recordatorio de que las tradiciones, aunque nacidas del azar, pueden convertirse en símbolos universales de unión y felicidad.