Las relaciones entre Colombia y Estados Unidos atraviesan su peor momento en décadas. La disputa se intensificó después de que el presidente colombiano Gustavo Petro calificara al presidente estadounidense Donald Trump de “ignorante y grosero”, acusándolo de tratar a los latinoamericanos “como Hitler trató a los judíos”.
En respuesta, Trump anunció el fin de toda la ayuda a Colombia, la cual ascendía a unos 740 millones de dólares en 2023, y ordenó el retiro del embajador estadounidense en Bogotá. El mandatario estadounidense también calificó a Petro de “líder del narcotráfico ilegal” y amenazó con imponer nuevos aranceles.
La tensión tiene raíces profundas: disputas por migración, política antidrogas y cooperación militar. Petro prohibió los vuelos estadounidenses que deportaban migrantes y denunció un supuesto “complot de extrema derecha” para desestabilizar su gobierno. Washington, por su parte, descertificó a Colombia como aliado en la lucha contra las drogas, mientras Bogotá suspendió la compra de armas a su socio militar histórico.
En los últimos meses, la situación empeoró tras operaciones navales estadounidenses en el Caribe que, según la Casa de Nariño, violaron la soberanía colombiana y provocaron muertes de civiles. Petro acusó a Trump de “asesinato” y de actuar “como un rey”.
El enfrentamiento diplomático incluye también tensiones por la guerra en Gaza: Petro participó en una marcha pro-palestina en Nueva York e instó a los soldados estadounidenses a “desobedecer órdenes injustas”, lo que llevó al Departamento de Estado a revocar su visa.
Ambos países retiraron a sus embajadores, y observadores advierten que esta ruptura podría afectar la cooperación en seguridad, comercio y lucha contra el narcotráfico en toda la región.
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