Este viernes, las principales ciudades de Bolivia, como La Paz y Santa Cruz, quedaron prácticamente paralizadas. La razón: una huelga masiva de choferes y transporte público que protestan por el aumento del precio del combustible, que se duplicó tras la eliminación de los subsidios.
Los tamberos de las calles —autobuses, taxis y micros— dejaron de circular, y la gente tuvo que buscar otras formas de moverse por la ciudad. Muchos vecinos hicieron filas larguísimas para cargar gasolina o simplemente caminar a sus trabajos. Las calles se llenaron de bloqueos y protestas, y los negocios también sintieron el golpe porque las entregas de alimentos y productos básicos se retrasaron.
Los sindicatos y choferes exigen que el gobierno vuelva atrás con el aumento. Según Edson Valdez, líder de uno de los sindicatos, “el pueblo recibió el peor regalo de Navidad”, y advirtió que las protestas podrían seguir y extenderse a todo el país.
Por su parte, el gobierno defendió la medida, diciendo que era necesaria para arreglar las cuentas del país y estabilizar la economía. Además, anunció un aumento de salarios y bonos sociales para los sectores más afectados, aunque dejó claro que el precio del combustible no volverá a ser subsidiado.
Este paro refleja un momento difícil para Bolivia. Tras años de vender combustible barato, la eliminación de los subsidios impacta directamente en la vida diaria de la gente: el transporte, la comida y otros bienes esenciales se encarecen de golpe. Los próximos días serán clave para ver si el gobierno y los trabajadores logran llegar a un acuerdo o si las calles seguirán bloqueadas.
El fin del Artículo