Cuba enfrenta una situación sanitaria extremadamente delicada. A medida que finaliza la temporada de lluvias y altas temperaturas, se ha confirmado la circulación simultánea de tres enfermedades virales transmitidas por mosquitos:
el dengue, la fiebre de Oropouche y el chikungunya. Aunque el gobierno cubano ha tardado en reconocer la magnitud del brote, médicos y ciudadanos alertan que la situación podría transformarse rápidamente en una crisis de salud pública.
Síntomas comunes, diagnóstico incierto
Decenas de personas en distintas regiones del país presentan síntomas como
fiebre alta, dolor muscular, inflamación articular, vómitos, diarrea, erupciones en la piel y un estado general de debilidad física. En muchos casos, los síntomas son difíciles de distinguir entre una enfermedad y otra, lo que complica el diagnóstico oportuno, especialmente en laboratorios municipales sin reactivos suficientes ni equipamiento adecuado.
Un brote que crece en silencio
Durante semanas, las autoridades evitaron ofrecer datos detallados. Aunque las redes sociales y fuentes médicas no oficiales alertaban sobre un aumento de contagios,
el Ministerio de Salud Pública negó que existiera una emergencia. No fue hasta el
8 de octubre que el director nacional de Epidemiología, Francisco Durán García, admitió públicamente que había un incremento de casos, aunque minimizó el impacto y descartó la existencia de colapso hospitalario.
A pesar de las negativas iniciales, finalmente se confirmó que al menos tres personas han fallecido por dengue, sin que se haya informado de sus edades, ubicaciones o condiciones previas de salud.
Propagación nacional
Las cifras oficiales siguen siendo vagas, pero se ha confirmado la presencia del:
- Dengue y fiebre de Oropouche en al menos 12 provincias.
- Chikungunya en 8 provincias.
La situación es particularmente grave en zonas densamente pobladas y con problemas estructurales, como
La Habana, Matanzas, Santiago de Cuba y Villa Clara, donde el acceso al agua potable, la recolección de basura y la fumigación son muy limitados.
Factores que agravan el escenario
Varios elementos contribuyen a la rápida propagación de los virus:
- Acumulación de residuos por la escasa disponibilidad de camiones de recogida (solo el 60 % funciona en ciudades como La Habana).
- Cortes de electricidad que dificultan el almacenamiento de agua en condiciones seguras.
- Falta de productos básicos para la higiene y la prevención.
- Fugas de agua en la red de tuberías, lo que genera charcos estancados ideales para la reproducción del mosquito Aedes aegypti.
A todo esto se suma
la escasez de medicamentos, con farmacias reportando
un desabastecimiento superior al 70 %, lo que deja a los pacientes sin analgésicos, antipiréticos ni tratamientos complementarios.
Clamor ciudadano
La falta de información oficial ha obligado a muchos ciudadanos a buscar respuestas por su cuenta. En redes sociales, numerosos usuarios denuncian los efectos de estas enfermedades y exigen mayor transparencia. Médicos independientes también han mostrado su preocupación, advirtiendo que la propagación simultánea de estos virus podría saturar los servicios de salud si no se actúa con rapidez.
Una residente de Matanzas escribió:
“Es como si tu cuerpo se apagara. Te duele todo. No puedes moverte. No puedes pensar. Y no hay pastillas, no hay ayuda…”.
Una crisis evitable
La situación actual no ha tomado por sorpresa a epidemiólogos ni a expertos en salud pública. El dengue, el chikungunya y el Oropouche ya han afectado a Cuba en el pasado. Sin embargo,
la combinación de cambios climáticos, debilidades estructurales del sistema sanitario y la tardía reacción oficial han convertido un riesgo previsible en una amenaza grave.
Las autoridades han asegurado que se están tomando medidas para controlar los brotes, pero no han ofrecido detalles concretos sobre nuevos planes de fumigación, distribución de medicamentos o refuerzo de personal médico.
Un momento crítico
La situación epidemiológica en Cuba exige una respuesta urgente, coordinada y transparente. A medida que los virus continúan expandiéndose por el país, el riesgo de una crisis mayor es real. La población necesita información clara, acceso a atención médica básica y medidas efectivas de prevención. Sin una intervención rápida, el sistema sanitario cubano, ya afectado por la escasez crónica, podría enfrentarse a un escenario difícil de contener.