Durante décadas, el ajedrez ha sido símbolo de inteligencia, estrategia y elegancia mental. Un campo en el que los grandes nombres —como Bobby Fischer, Garry Kasparov y, por supuesto, Magnus Carlsen— han alcanzado estatus casi mítico. Pero en una era donde la inteligencia artificial avanza a pasos agigantados, surgen nuevas voces que cuestionan el lugar del ajedrez en la cima del pensamiento humano. Una de esas voces es la de Elon Musk.
En una reciente exhibición entre inteligencias artificiales, las máquinas fueron las protagonistas. Por un lado, “o3”, el modelo avanzado de OpenAI. Por el otro, “Grok 4”, desarrollado por la empresa xAI, propiedad de Musk. Ambas IA se enfrentaron en una partida de ajedrez que, más allá del resultado, sirvió de excusa para reflexionar sobre el juego en sí… y sobre cómo lo perciben algunas de las mentes más influyentes del presente.
Fue en ese contexto que Magnus Carlsen, invitado como comentarista del evento, soltó una frase que no tardó en dar la vuelta al mundo:
“Elon Musk no tiene el mayor respeto por los jugadores de ajedrez, ni por el ajedrez en general.”
No lo dijo con rabia ni con ironía. Su tono fue más bien reflexivo, como quien simplemente expone una verdad conocida. Y es que Musk, en distintas ocasiones, ha dejado entrever que considera al ajedrez como algo limitado. Un juego que, según su perspectiva, ya ha sido “resuelto” por las máquinas y que no representa un verdadero reto en comparación con otros desafíos intelectuales del presente, como el desarrollo de IA general, la exploración espacial o la física computacional.
Pero Carlsen no se quedó allí. En vez de enfrentarlo con dureza, optó por comprender su punto de vista:
“En cierto modo lo entiendo. El ajedrez, si lo comparas con los desafíos del universo, no es un juego tan complicado.”
Aun así, el campeón noruego no dejó pasar la oportunidad para defender el valor del juego que le ha dado tanto. Porque aunque las reglas del ajedrez sean sencillas y el número de piezas limitado, su profundidad estratégica es virtualmente infinita. Carlsen lo explicó con claridad:
“El ajedrez tiene una riqueza impresionante dentro de sus límites. No es fácil de dominar, como se ha demostrado incluso con la llegada de los motores de ajedrez más avanzados.”
Efectivamente, desde que las computadoras superaron a los humanos en ajedrez —especialmente después del famoso encuentro entre Kasparov y Deep Blue en 1997—, el juego ha vivido una transformación profunda. Hoy en día, los grandes maestros entrenan con IA, analizan partidas con precisión quirúrgica y se enfrentan a máquinas que rozan la perfección. Sin embargo, eso no ha hecho que el ajedrez pierda su magia. Al contrario, su riqueza estratégica ha sido amplificada por la tecnología.
Musk, por su parte, ha mostrado más aprecio por juegos como el Go —otro milenario campo de batalla mental, de origen asiático—, que tardó más tiempo en ser dominado por la inteligencia artificial. El Go, con su inmensa cantidad de combinaciones posibles y su enfoque más intuitivo que calculador, representa para muchos un terreno más fértil para la innovación algorítmica. De ahí que Musk lo haya elogiado en varias ocasiones como un reto más acorde con la IA moderna.
Pero volvamos al ajedrez y a Magnus.
Carlsen, lejos de sentirse atacado por la opinión de Musk, aprovechó la ocasión para subrayar la belleza silenciosa del juego. Para él, el ajedrez no necesita validación externa. No busca competir con la inteligencia artificial, ni con la carrera espacial, ni con las utopías tecnológicas. El ajedrez es lo que es: un universo cerrado, lleno de tensiones, equilibrios, sutilezas… un espejo del pensamiento humano.
Y aunque hoy en día una máquina pueda ganarle al campeón del mundo sin pestañear, eso no le quita valor al juego. Al contrario, lo enriquece. Nos recuerda que incluso con reglas simples, los humanos hemos sido capaces de construir algo eterno. Algo que, generación tras generación, sigue cautivando a millones de personas en todo el mundo.
En resumen, el encuentro entre dos inteligencias artificiales terminó derivando en una conversación mucho más profunda: ¿sigue siendo el ajedrez relevante en un mundo dominado por algoritmos? Magnus Carlsen, con su estilo sobrio y su convicción tranquila, parece tener la respuesta:
Sí, y más que nunca.
El fin del Artículo